Las Crónicas de Cram

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Las crónicas de Cram

Mi nombre es Cram. En la lengua antigua, la que utilizo para estas crónicas, significa el que cojea, pues tras años incontables en las cavernas, nuestros nombres dicen quienes somos, o cómo somos, por lo que, incluso, cambian a lo largo de nuestras vidas.

Antes que mi pierna derecha se rompiera, fui Whort, el que escribe. Dice mucho de cómo se ha perdido entre nosotros el arte de la escritura, que sea más el que cojea que el que escribe. Pero estoy siendo injusto con mi gente, tal vez en un exceso de amargura incontrolada. Si no fuera por la importancia que los míos dan a estas Crónicas, sería imposible para mí el dedicar la mayor parte del día a escribir, mientras el resto de mi pueblo se vuelca en garantizar nuestra magra subsistencia.

Cierto es que mi trabajo se repite como un rito carente de sentido, o de un sentido olvidado para todos, menos para mí. Precisamente por ser el Guardián de las Crónicas, sé que estas comenzaron tras un número indeterminado de años tras el éxodo. Y es que los primeros años, que vivimos aturdidos, desbordados por haber sido empujados a un nuevo mundo, cuyas reglas estaban por crear, constituyen una especie de nebulosa en el recuerdo colectivo de mi pueblo, y nadie se ocupó de llevar la cuenta de los mismos.

Fueron años duros, sin esperanzas, en las que cada día estaba totalmente consagrado a llegar al día siguiente. Tan solo cuando mi pueblo alcanzó un punto en el que comenzaron a sobrar algunas horas en las que charlar alrededor del fuego, algunos de los Nehah, los Nacidos Antes, sintieron la necesidad de poner por escrito su historia. Hoy somos pocos los que podemos leer sus Crónicas, y menos aún los que podemos entender en forma cabal lo que en ellas se cuenta.

El mundo sobre el que me hablan las Crónicas ya no existe, pero aun eso puedo entenderlo. Cuesta más hacerse una idea de cómo vivían. Sé que hubo un tiempo en que mi raza, o la de los Nehah, fue poderosa. Sé que con brazos metálicos desgarramos las entrañas de la tierra, en busca de tesoros de metal. Se que allanamos montañas y vaciamos lagos. Sé que corrimos hacia las estrellas y bajamos al fondo del mar. Sé que sobraban alimentos y que el agua se podía fabricar. Sé que nos considerábamos los elegidos y teníamos a la tierra por heredad.

Los Nehah, nos dejaron su memoria. Nosotros aprendimos a no entenderla. Y lo comprendo. Porque para nosotros comprender el valor exacto de lo que hemos perdido, sería doblemente doloroso. Por eso, yo, como Guardián de las Crónicas, soy el único autorizado a conocer la lengua antigua, a trasmitírsela a mi joven aprendiz. Él heredará mi antiguo nombre, Whort, y mi misión, seguir conservando los escritos de los Nehah y añadir, luna tras luna, nuestras pequeñas historias. Historias miserables si se las compara con el pasado glorioso del que venimos, con la herencia que los Nehah no lograron transmitirnos. Pero por miserables que sean son eso, nuestras historias. Las que ahora mi pueblo conoce con el nombre de las Crónicas de Cram.