Cosa

Imagen
Acoso

— Los chicos se están pasando una foto tuya desnuda.

— Qué tonterías dices. Nunca me he hecho una foto desnuda.

La incredulidad dio paso al pavor cuando le vino a la cabeza esa sensación de sentirse observada que había experimentado durante toda la mañana. Hasta ese momento había pensado que eran imaginaciones suyas pero, como en una película, rebobinó toda una serie de secuencias.

Las miradas de un grupito de compañeros al entrar al instituto. Los cuchicheos mirando hacia ella durante las clases. Las conversaciones en el patio que cesaban al acercarse.

Y no, no se trataba tan solo de los chicos. Recordó un vaya una zorrita, que nunca imaginó destinado a ella, al pasar junto a dos compañeras.

— Pero si nunca me he hecho una foto desnuda. — Siguió insistiendo. — ¿Tú la has visto? — Preguntó.

— A mí no me la han enseñado. Saben que soy tu amiga, pero ya me lo han confirmado tres compañeras que la han visto y dicen que eres tú, que se te reconoce perfectamente.

— Es imposible. No soy yo. No puedo ser yo. — Balbuceó, mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por su cara.

En ese momento los vio. Eran un grupito de un curso superior. En corro, mirando la pantalla de un móvil.

Corrió hacia ellos y con un empujón fruto de la rabia y la desesperación logró introducirse en el grupo y agarrar el teléfono entre sus manos.

Se vio desnuda.

Sabía que no era ella pero allí estaba. Sabía que no era ella, pero se sentía como si lo fuera. Se sintió que no era nadie, indefensa, a disposición de quien quisiera jugar con esa otra ella.

— No. No. — Repetía mientras caía de rodillas, con el móvil aún entre sus manos y la mirada clavada en esa imagen que no era pero en la que se reconocía.

— No. No. — Repetía mientras las lágrimas corrían por su cara y su estómago se contraía con un dolor profundo que la obligó a enroscarse, a encogerse tratando, no sabía, si de protegerse o desaparecer.

Escuchó las risas. Escuchó los comentarios. Escuchó la exigencia. — Eh, tú, devuélveme el móvil, — mientras alguien se lo quitaba de las manos.

Ovillada, en el piso, lloraba.

Se sentía muy pequeñita. Se sentía sucia. Se sentía que no valía nada, que era tan solo una cosa con la que otros podían jugar.

Dedicado a las niñas del instituto de Almendralejo
que han visto su adolescencia quebrada 
por el simple hecho de ser mujeres.