San Juan

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Hoguera de San Juan 1

La hoguera alzaba sus llamas tejiendo en la plaza un tapiz de sombras cambiantes, dibujando ángulos y perfiles imposibles en las caras, en los árboles, en las casas.

Ramón sentía el calor mientras, poco a poco, se aproximaba. Acunaba en sus brazos las fotos, las cartas y las pocas piezas de ropa que Carmela dejó atrás, como apenas un eco de las voces y las risas con que había llenado la casa.

Cuando estaba imposiblemente cerca del fuego, abrió los brazos, convirtiendo su carga en un montón, a sus pies y comenzó, lentamente, a arrojar a la hoguera las fotos, una a una; las cartas, una a una; y las piezas de ropa, una a una.

Siguió de pie, su mirada fija en el fuego, mientras el sudor corría por su cara y empapaba sus brazos y su pecho, hasta que se apagó el último rescoldo. Bajo la luz acerada del amanecer, caminó despacioso hacia su casa, sabiendo que no había hoguera capaz de quemar los recuerdos de la voz, de la risa, del cuerpo de Carmela.