Las sandías del viejo Pedro

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Sandías

- ¡Corra, Padre, que el viejo Pedro se muere!

Don Atilio se remetió los bajos de la sotana en el cinto y montó la acémila. A varazos logró que el animal emprendiera algo que pasaba por un trote y se dirigió a la choza del viejo Pedro.

Sofocado por las prisas y el sol inclemente del mediodía, fue llegar al chamizo y fijar sus ojos en las sandías. Musitó una jaculatoria de disculpa cuando se dio cuenta de que su imaginación se había recreado por anticipado en la sandía que se prometía; en su sabor dulce y pleno; en el frescor que recorrería su garganta; en el regalo para sus ojos del rojo intenso, casi un rojo sangre, enmarcando el brillo negro de las pepitas. Con esfuerzo volcó de nuevo su atención en el recado urgente y empujó la puerta.

- ¡Pedro! ¡Pedro!

- Aquí, Páter.

Recorrió el cura el miserable cuarto que era a la vez almacén, cocina y gallinero, entrando en la pequeña y maloliente alcoba. La raída colcha, sujeta por las manos descarnadas del viejo Pedro, apenas cubría el enjuto pecho, que en medio de estertores subía y bajaba a destiempo.

Aferró Don Atilio la mano del viejo Pedro, seca y ardiente.

- Páter, me marcho. Páter, esto se acaba, Páter.

- Tranquilo, hijo, tranquilo.

- Páter, tengo miedo.

Don Atilio trató de tranquilizarlo.

- Pedro, hijo mío, Dios ama a los hombres sencillos y generosos como tú. Tú que te has dejado la vida trabajando como un animal. Tú que siendo de los más pobres del pueblo, nunca has dejado de regalar tus sandías a todos tus vecinos. Tú que, cuando tu mujer escapó, dejándote solo, te volcaste en tu trabajo, con una resignación que ha sido una lección para todos.

- Páter, yo la maté.

Soltó la mano del viejo Pedro y dio un respingo.

- Hijo, qué locuras dices.

- Páter, ella quería marcharse y yo no quería perderla. Loco de rabia la golpeé hasta matarla, desmembré su cuerpo y la enterré en el cercado, en el de las sandías.

Don Atilio mal dibujó con su mano un remedo de cruz en el aire y tropezando salió de la choza. Ya en la puerta vomitó hasta el alma.