Palabras confusas

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La torre de Babel

¡Paraoi, tengo paraoi! se oía gritar al ciego, que solo callaba mientras atendía a la parroquia. Tardé tiempo en darme cuenta de que realmente eran para hoy, eran números para hoy. Pero la confusión no se debía solo a que el vendedor largara ese paraoi de carrerilla, es que sus clientes le decían "deme tres paraois" o le preguntaban "que número salió en el paraoi". Ya luego aprendí que también se decía "cómprame dos ciegos", que lo del cupón de la ONCE fue mucho más tarde.

Igual me pasaba con la carne. Mi madre me mandaba a buscar carne de componer, que en la carnicería, en multitud de voces, quedaba en componé. Miraba los despieces. Veía lomo, rabadilla, falda, cuello, costillas... nunca lograba encontrar que parte era el componé.

La CICER, la planta de UNELCO, siempre fue para mí la SISE y a día de hoy sigo ignorando el significado de las siglas y recordando sus chorros de humo espeso que a veces, según soplara el viento, regaban de carbonilla aún incandescente la ropa tendida en la azotea, y venía luego un señor a tomar nota de los estropicios.

De mis veranos en Lanzarote recuerdo que mis sandalias de plástico, las populares cangrejas, eran de material. De material era una cuerda de naylon o una bolsa de playa de plástico de colores. O cuando me ofrecían fruta al final del almuerzo e indefectiblemente llegaban higos, mientras que si me ofrecían higos aparecían tunos. O el lío que me armaba llamando picón a lo que  mi familia de Guatiza llamaba arena o rofe, mientras mi arena de la playa se convertía en jable.

En una manifestación contra la entonces naciente selectividad, mi amigo Sergio se hartó de gritar "Sevillano", que era lo que entendía del acelerado "Selectividad no" que coreaban enfervorizados los asistentes. Pues yo me creía que era el nombre del rector, o algo de eso, me dijo cuando le pregunté qué porras gritaba.

Palabras que entendía mal o que se usaban de manera diferente, pero sin más consecuencias que convertirse con el tiempo en uno de tantos recuerdos. 

Hoy, sin embargo, existe toda una industria dedicada a cambiar y confundir el sentido de las palabras. Es esa amalgama confusa la que nos trata de confundir, es ese desdibujar los significados el mecanismo que trata de hacernos pensar que las ideologías están superadas, justo cuando más falta hacen.