Postverdad, post-truth y fake news

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Post truth
13-04-2021

La Real Academia define postverdad como: «Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales» y pone como ejemplo: «Los demagogos son maestros de la posverdad»1.

Tanto la definición como el ejemplo propuestos por la Real Academia consideran la postverdad como una variante del engaño. Según el diccionario español la carga de la acción (el engaño) corresponde a quien miente. La definición de postverdad del diccionario español se acercaría mucho, por tanto, a la de fake news que proporciona el Oxford Dictionary, a pesar de que se limite a las web: «false reports of events, written and read on websites»2 3.

Por el contrario, el mismo Oxford Dictionary se refiere a post-truth con estos términos: «relating to circumstances in which people respond more to feelings and beliefs than to facts» y pone como ejemplo: «In this era of post-truth politics, it's easy to cherry-pick data and reach any conclusion you like»4 5.

Según la definición del Oxford Dictionary, que coincide en gran medida con la del Cambridge Dictionary6, el papel activo corresponde a quien se intoxica con el consumo de la postverdad pues es el receptor de la información el que elige, por la vía de ser más receptivo a las afirmaciones con las que se encuentra más cómodo, creer las informaciones falsas.

Las palabras no son neutrales y, en gran medida, contribuyen a dibujar la realidad. En ese sentido, resulta imprescindible distinguir entre ser víctima de un engaño o engañarse de manera intencionada.

Efectivamente, si se considera que determinadas personas manejan una información incorrecta, el primer paso para corregir esa situación es poner a su alcance información de calidad y brindar, incluso, la asistencia necesaria de expertos que puedan ayudar a discernir la realidad.

Por el contrario, se antoja prácticamente imposible revertir una situación en la cual los destinatarios de una información no están dispuestos a aceptarla porque contradice sus creencias previas.

No se trata, por tanto, de una mera discusión terminológica. Es preciso entender la diferencia entre una situación y otra, a pesar de la confusión que introduce la definición de quienes están llamados a limpiar, fijar y dar esplendor.

Quien actúa como jefe de campaña o responsable de comunicación de un partido o institución debe asumir como condición de partida que resulta ingenuo considerar que la verdad os hará libres, puesto que la mayor parte de la población, en mayor o menor medida, será siempre mucho más receptiva a un reclamo emocional que a un argumento racional.

Llegado este punto, parece oportuno relacionar el concepto de post-truth, más ajustado a la realidad que el hispano de postverdad, con las cámaras de eco y la burbuja informativa generada, o al menos reforzada, por los algoritmos.

«Nuestra vida en el internet se ha convertido en un perpetuo reforzamiento de nuestras opiniones y creencias. Nuestra perspectiva nunca es desafiada, nuestra voz siempre es aplaudida. Estas características las convierten en material ideal para la diseminación de material fanático y de noticias falsas»7.

La anterior afirmación, de Daniela García, pone el acento, al igual que lo hace la definición inglesa de post-truth, en la propia selección que realiza el usuario de las informaciones a las que da credibilidad y no en el engaño a cargo de un agente externo.

El algoritmo de Facebook o de Google es neutral, desgraciadamente neutral. Los algoritmos de las redes tan solo pretende agradar, no contradecir, hacer sentir bien a quienes los utilizan y, por tanto, presentarán al visitante noticias que le interesan, de medios que le gustan y opiniones y publicaciones que le muevan a sumar likes. En la medida en la que el usuario visite otro tipo de páginas, comparta otro tipo de publicaciones o reparta likes, los algoritmos continuarán tratando de complacerle introduciendo nuevos contenidos.

El escándalo de Cambridge Analytica puede llevar a pensar en que el algoritmo de Facebook actuaba de manera intencionada para favorecer la difusión de determinadas noticias y no era así. El caso de Cambridge Analytica consistió, simplemente, en acceder de manera irregular a los datos de los usuarios para segmentar de manera más eficaz la propaganda de Trump pero la materia prima, las condiciones de partida, para que actuara el algoritmo eran, precisamente, producto de esa tendencia a la que se refiere el concepto de post-truth.

Y,  ya por último, cabe relacionar estos conceptos con el del gatekeeper y el de la agenda setting y resulta adecuado reflexionar hasta que punto la línea editorial de cada medio no constituye, en cierta medida, un compromiso con sus audiencias. Un compromiso que les obliga, al igual que sucede con los algoritmos de las redes, a publicar aquello que esperan sus lectores, de la manera que desean sus lectores.

En ese sentido puede ser ilustrativo recordar cómo El Mundo, con Pedro J. al frente, terminó por posicionarse contra la Guerra de Irak a pesar de la alianza estratégica que mantenía en esos momentos con José María Aznar. La explicación era muy sencilla: el rechazo a la Guerra de Irak era mayoritario no solo en la sociedad española, sino entre los propios votantes del Partido Popular y El Mundo y Pedro J. tuvieron que plegarse a las exigencias de su público.

Partiendo de esta consideración, puede concluirse que la aparente manipulación mediática no lo es tanto en la medida en la línea editorial de los medios es el resultado de un juego de poder, de un complejo equilibrio, en el que intervienen, fundamentalmente, la propiedad de los medios y sus audiencias, sometidos a las tensiones que provoca el peso de la publicidad institucional (ergo, los partidos) y la de las grandes empresas.

Conclusión

La postverdad, diga lo que diga la Real Academia, se corresponde con la tendencia de determinados sujetos a interpretar la realidad en base a sus deseos y sentimientos, por encima de los hechos reales.

Esta tendencia se ve reforzada por el consumo de información a través de las redes, ya que los algoritmos que seleccionan la información se orientan a satisfacer las preferencias del usuario.

El alineamiento de los medios, su propia selección de noticias y el tratamiento que les dan, responden a un complejo equilibrio entre la línea editorial de la propiedad y las propias demandas de los lectores, que exigen a su medio que les satisfaga en la misma medida que lo hacen las redes.

El escenario es, por tanto, mucho más complejo pues es el propio sujeto el que elige la realidad que le conviene y quienes intervienen en la comunicación y, especialmente en la propaganda, han de tener en cuenta que el valor de la información ha perdido enteros frente a la potencia del sentimiento o la creencia.

Lamento final

El derecho a la libertad de prensa, a la información y a la opinión, no son un privilegio de los periodistas sino un mecanismo de protección para el derecho superior que tiene la ciudadanía a estar bien informada. La democracia se sustenta sobre la capacidad de decidir del sujeto político y esa capacidad se ve seriamente mermada en la medida en que ese sujeto es incapaz de percibir la realidad a través de la bruma de la desinformación. Es preocupante.

 

Notas

3Falsos informes de eventos, escritos y leídos en sitios web.

5Traducción: Relacionado con las circunstancias en las cuales las personas responden más a los(sus) sentimientos y creencias que a los hechos. En esta era de la política de la postverdad es fácil escoger los datos que más gustan y llegar a la conclusión que se prefiera.