Gracias, Argentina!

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Milei, el león de la motosierra
21-12-2023

La motosierra terminó girándose para cortar por donde siempre. Ya se sabe que es mucho más fácil cortar los frágiles derechos de los más débiles, que los sólidos privilegios de unos pocos.

Lo sabíamos. Lo sabían, incluso, quienes le votaron arrastrados por la rabia y la desesperanza sin querer darse cuenta de que los leones, antes que atacar a otros depredadores, siempre han preferido cazar gacelas y no iba a ser diferente el león Milei, ni siquiera armado con la motosierra.

Con sus primeras medidas, y las que vendrán, ya ha dejado claro quién va a pagar los ajustes que necesita Argentina, algo ya sabido pero ignorado de manera deliberada por quienes pensaban que las víctimas iban a ser otras cuando Milei hablaba de sufrimiento.

A Milei no le basta con la crueldad de sus medidas y a esa crueldad le suma ahora el sadismo de exigir que el sufrimiento sea silencioso. El ¡Viva la libertad, carajo! con el que sedujo a sus votantes se ha convertido en la libertad al carajo y amenaza con todo tipo de sanciones a quienes se echen a la calle a protestar por el auténtico pobrecidio que ha puesto en marcha.

Dicen que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen. No es cierto. No puede ser cierto. No puede haber ninguna maldición lo suficientemente poderosa como para que Argentina se merezca a Milei, por más que el cincuenta y seis por ciento de la población le haya votado, seducida por la imagen del león y la motosierra.

Seducida por una imagen que desde el exterior puede parecer una auténtica bufonada, pero que en Argentina contó con un potente aparato mediático que la blanqueó, que la hizo asumible por esa gran parte de la población que le votó y que, todavía, sigue defendiendo la bondad de sus medidas.

Hace apenas unos días, en la La Nación+, una cadena de televisión que ha apoyado y continúa haciéndolo a Milei, la presentadora y su invitado normalizaban el poder comer tan solo una vez al día. Unos dejarán de ver series en Netflix y otros tendrán que tomar tan solo una comida tras los recortes y la devaluación, explicaban con una frialdad rayana con la psicopatía.

Ante esa situación solo cabe la esperanza de que la brutalidad de Milei, que no deja de ser tan solo el mascarón de proa de las élites económicas y políticas, provoque un estallido social que reconduzca la situación, poniendo freno a la crueldad y el sadismo de sus políticas.

Mientras tanto, y a costa de la población argentina, Milei va a tener un efecto positivo: dejará claro a lo que conduce el populismo de derechas, disfrazado ahora de anarcocapitalismo.

Algo parecido a lo que sucedió con Liz Truss. Su desaforada reforma fiscal no solo la llevó a tener que renuncia como primera ministra, sino que sirvió para desautorizar o, al menos, poner en cuestión el mantra de bajar impuestos para reactivar la economía.

Si fuera así, sería justo agradecer a Argentina que se hayan atrevido a sacar adelante este experimento desquiciado, ya que actuaría como vacuna, como preventivo, para evitar lo mismo en otros países. Eso sí, a costa del sufrimiento no del cincuenta y seis por ciento que votó a Milei, sino del cien por cien de la población.

Sí, el cien por cien, porque los que se benefician son tan solo decimales.

Ante ese panorama dantesco surge la pregunta obligada: ¿Dónde está ahora Vargas Llosa? Si hay algo que demuestra de manera clara el enorme error del voto mayoritario a Milei es, precisamente, que Vargas Llosa todavía no haya acusado a los argentinos de haber votado mal.