Aznar y la libertad de los árabes

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Aznar y los árabes
28-02-2011

Para la derecha más neocon, la libertad de los pueblos y la democracia siempre han sido conceptos muy elásticos. Así, la dictadura castrista ha merecido todos sus reproches y, en aras de la democracia y la libertad vistas desde la derecha, no hay objetivo más loable e irrenunciable que deponer al tirano a cualquier precio, incluso al de un infame bloqueo cuyas consecuencias sufre la población civil.

Sin embargo, esa concepción de la democracia y la libertad ha tropezado desde siempre con la frontera de la realpolitik, priorizando una lectura en clave de los intereses cortoplacistas del "occidente civilizado".

Con la disculpa de frenar primero el avance del virus del comunismo y de contener el integrismo después, occidente ha sostenido en la práctica regímenes despóticos cuyo ejercicio del poder se ha movido entre los límites de la más pura autocracia, como en Libia, a las más retrógradas monarquías de carácter feudal, como en los países de El Golfo. Llegada la revolución al norte de África, comenzando a despuntar las revueltas en la península arábiga, al primer mundo, beneficiario directo de la existencia de estos regímenes dictatoriales y corruptos, no le ha quedado más remedio que sumarse, al menos aparentemente, al entusiasmo que provoca la caída de las tiranías.

Esta bienvenida a la libertad y a la democracia ha tenido una notable excepción.  José María Aznar ha señalado que hay que “tener en la cabeza cómo es posible ordenar procesos políticos de modernización del mundo con unas garantías de estabilidad para toda la humanidad, para todo el mundo, y a su vez también para los intereses del mundo occidental”. Toda una declaración de intenciones. Si la libertad en el norte de África o en Oriente Próximo pone en peligro nuestro sistema de vida, perezcan las ansias de libertad y de democracia. Algo que no extraña en quien es capaz de decir que “El mundo musulmán tiene unas enormes dificultades para adaptarse al mundo moderno, de adaptar parámetros de lo que podemos considerar la modernidad”. Auténticas perlas en boca del pensador de Georgetown.